UN CUENTO REAL II por Miguel Ángel Pérez Nevado
Nada es perdurable.
Ocurrió que nuestro épsilon decidió salir de su retiro en el cero. No sólo eso, además decidió abandonar la recta real en la que tan malos momentos había pasado y viajar lejos por el plano de las dos dimensiones.
Para conseguirlo se montó en un vector libre que pasó junto a él con sentido rumbo al cuadrante positivo. Aplicando giros y traslaciones al vector, épsilon navegó por océanos de ondas sinuosas, cruzándose en el camino con enormes buques poligonales; maravillándose con las curiosas formas rectas y curvas que encontraba en su camino; extasiándose en la contemplación de los distintos fondos fractales, todos tan diferentes entre ellos pero tan iguales entre si.
Tanta belleza lo dejó sobrecogido. Aquel mundo era tan sublime que decidió que nunca se marcharía de allí, aunque nunca es tanto como infinito.
También, por no dejar nada sin explorar, se adentró en los mares tenebrosos del plano en el tercer cuadrante. Escapando de milagro al ataque de una enorme y malvada serpiente coseno negativa que quería devorarle. Por suerte, lo salvó la tangente positiva que pasaba por allí en ese momento.
En este mundo conoció números extraños, entre ellos, el famoso número i, al que todos llamaban el imaginario puro. Hacía cosas extrañísimas el susodicho. Se elevaba al cuadrado y se convertía en negativo, -1, nada más y nada menos; también aseguraba orgulloso que él era anarquista ya que no seguía ningún orden. ¡Demasiado complejo este número!
Sus viajes fueron tantos, que finalmente llegó a la gran ciudad de los diagramas de barras. Aquel sitio olía a azar por los dos costados. Trabajaban allí sin descanso numerosos funcionarios parámetros, azarosos en medirlo todo. Aquella metrópolis era inmensa. Sus edificios eran tan numerosos y tan altos que nuestro número se sintió ínfimo, mucho más de lo que se sintió nunca en la recta real. Un enorme deseo de volver a su anterior existencia le invadió y decidió regresar. Allí en la recta, por lo menos, era algo.
Cuando regresaba casa nuestro intrépido épsilon, ε, se cruzó en su camino una hermosa y joven delta, δ, que también regresaba a la recta. Unos pequeños vectores atravesaron sus corazones y surgió el amor entre ellos. Su encuentro les hizo descubrir que tenían una gran afinidad, comenzando una relación de equivalencia, que se concretó en el gran compromiso nupcial:” para todo épsilon existe una delta, y recíprocamente”.
Pasado un tiempo de regocijo para ambos, delta se quedó embarazada, y se transformó en delta mayúscula, Δ. Tuvo varios pequeñines épsilon y varias pequeñinas deltas, alguno de ellos un tanto inconformista, pero eso es otra historia.
Finalmente, nuestros números fueron infinitamente felices acotando límites y comiendo sectores circulares.
FIN.
Me ha gustado el cuento. Claro que eso es normal porque yo soy el autor.
ResponderEliminarUn saludo de antemano a los posibles lectores.
Miguel Ángel
Asta los autores leen este blog :)
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